Los hábitos alimentarios de las personas o de las poblaciones se van
formado asociados a múltiples y complejos factores como la
disponibilidad y el acceso a los alimentos, el medio ecológico donde
vivimos, el marco social, comunitario y familiar, el estatus económico,
las tradiciones y costumbres, el desarrollo cultural y nivel
educacional, las creencias religiosas, el estilo de vida.
Los hábitos alimentarios son el resultado de comportamientos
racionales e irracionales, los cuales van creando acciones recíprocas y
experiencias buenas y malas que originan los patrones de conducta
alimentaria. Nos podemos guiar primero por sensaciones gustativas antes
de adquirir los conocimientos que nos permitan distinguir la calidad
nutritiva que beneficie la salud.
Existen muchos mitos y creencias ligados a los hábitos alimentarios;
pero la mayoría pueden ser modificados y mejorar así los conocimientos
de nutrición con cultura alimentaria. Es frecuente escuchar que los
mangos verdes provocan tifus, cuando es bien conocido que es una
enfermedad bacteriana, o que una buena alimentación se logra
principalmente consumiendo muchas carnes rojas.
Sin embargo, los hábitos alimentarios, a pesar de su arraigo, van
cambiando y se van imponiendo otros con el progreso de las sociedades.
Hoy la influencia y diversidad productiva de la industria
agroalimentaria, apoyada con los avances en la mercantilización, la
transportación, las comunicaciones y los medios masivos de comunicación,
han impuesto nuevos hábitos alimentarios en gran número de personas.
¿Quién duda que los anuncios de la televisión en los países donde este
medio masivo de comunicación está comercializado no influyan en lo que
comen los niños, los jóvenes y también los adultos?
Los hábitos alimentarios tienen particularidades regionales e
individuales en dependencia de múltiples y complejos factores; pero hoy
se identifican tendencias mundiales generales que caracterizan los
hábitos alimentarios comunes de la mayoría de las personas que viven en
diferentes regiones y países. Los más significativos son:
- Un aumento sostenido en el consumo de energía, tanto en países desarrollados como subdesarrollados, por encima de las necesidades nutricionales.
- Se ha producido una explosión en cantidad y diversidad de alimentos, sean o no industrializados, que pueden adquirirse en diferentes tipos de mercados o establecimientos, muchos de los cuales gustan pero no nutren.
- El incremento del urbanismo con sus rasgos característicos en el etilo de vida, las comidas rápidas o “chatarra”, el consumo de alimentos en lugares públicos y otros.
- Se han producido cambios en la organización de la vida familiar. La mayoría de sus integrantes pasan una gran parte del tiempo fuera de casa; existe una reducción del tiempo para la elaboración de las comidas, y además se dispone de mayores facilidades para comprar y preparar comidas preelaboradas.
- El consumo de alimentos de manera desordenada durante todo el día.
No todos los hábitos alimentarios se ajustan a una dieta equilibrada
en que se consuman alimentos diversos en las cantidades y proporciones
adecuadas que aporten los nutrientes necesarios para mantener una buena
salud.
¿Qué necesita saber la mayoría de las personas para practicar una
dieta sana que coincida con las recomendaciones de científicos y
expertos en nutrición y salud, así como autoridades nacionales e
internacionales?:
- Consumir diversidad de alimentos, pues cada uno de ellos hace un aporte particular de nutrientes.
- Consumir los alimentos en las cantidades y proporciones necesarias:
- La energía que ha de proporcionarse depende de varias condiciones, y debe mantenerse en la cantidad adecuada a las características de cada persona para sostener un índice de masa corporal por debajo de 25.
- La energía que se consume puede corresponder del 60 al 75% de carbohidratos totales, azúcares libres añadidos del 10 al 15%, proteínas del 10 al 15%, grasas del 15 al 30%. De las grasas, menos del 10% de las calorías totales consumidas deben corresponder a grasas saturadas, del 6 al 10% a poliinsaturadas y solo el 1% a grasas trans.
- El colesterol no debe sobrepasar los 300 mg/día.
- Aumentar el consumo de hortalizas y frutas a más de 400 g/día.
- Aumentar el consumo de alimentos ricos en fibra dietética de 25 a 30 g/día.
- Consumir preferiblemente cereales integrales.
- Aumentar el consumo de proteínas de origen vegetal como los frijoles y otras legumbres.
- Aumentar el consumo de raíces y tubérculos como las papas, yuca y boniato.
- Reducir el consumo de azúcares simples hasta alrededor del 15% del total de energía ingerida en los alimentos, y alrededor de 20 g o cinco cucharaditas rasas de azúcar o sacarosa añadidos diariamente a las bebidas y comidas
- Reducir el consumo diario de sal a 2 o 3 g aproximadamente.
- Dividir las calorías diarias de las comidas proporcionalmente durante el día: del 25% en el desayuno, del 30 al 40% en el almuerzo, del 10 al 15% en la merienda de la tarde y del 20 al 30% en la comida.
- Moderar el consumo de alcohol.
- Mantener la higiene y buenas prácticas culinarias en la preparación y conservación de los alimentos.
¿Cuáles serían algunos de los malos hábitos alimentarios que pudiéramos modificar?
- El consumo de comidas monótonas, repetitivas y elaboradas con los mismos alimentos, los mismos sabores y de la misma forma.
- El consumo de alimentos en exceso por encima de las necesidades diarias.
- La exclusión de las frutas y vegetales en la dieta de todos los días.
- El consumo excesivo de alimentos refinados bajos en fibra dietética.
- El consumo abusivo de azúcar y dulces excesivamente azucarados.
- El abuso en el consumo de sal.
- El consumo periódico de alimentos con exceso de grasas y/o azúcares que son bajos en nutrientes como las confituras, hamburguesas, pizzas, productos de panadería y pastelería y bebidas artificiales.
- El consumo frecuente de comidas “chatarra”.
- El consumo excesivo de alimentos de origen animal como carnes y productos lácteos.
- El consumo limitado o exclusión de pescados como fuentes de proteína animal.
- El consumo irregular y desordenado de las comidas diarias con exclusión del desayuno u otras.
- El consumo exagerado de alcohol.
- La preparación de los alimentos con procedimientos poco saludables que emplean excesivas cantidades de grasa en que predominan las comidas fritas. Se debe cocinar los alimentos solo el tiempo necesario sin cocciones prolongadas.
El acto de alimentarnos saludablemente se está convirtiendo cada día
en una acción bastante compleja; por tanto, adquirir la conciencia para
lograr una mejor alimentación con cambios hacia hábitos nutricionales
sanos demanda la adquisición de información y conocimientos que nos
permitan introducir o no las modificaciones necesarias en la vida
diaria. En ello las organizaciones responsables de salud pública de los
diferentes países, las organizaciones internacionales, las universidades
y centros de investigación pueden contribuir de manera efectiva.
Fuente: http://www.alimentacioncomunitaria.org/book/export/html/327
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